La
Usina se consolida en Almagro
Txt Etienne Baigorri
La Usina se siente incómoda con el término cultura.
Es una piedra en el zapato. Sacarle la etiqueta tradicional y
redefinirla como un concepto que reúne prácticas más universales,
que tienen que ver con el lenguaje y con la comunión, parece encajar
un poco más con la concepción que manejan quienes la llevan
adelante: la cultura es un derecho de todos y todas, que tiene a la
organización popular como la forma más efectiva y vital de crear y
transformar nuestras vidas. “En el ámbito más estereotipado de lo
cultural es difícil tener una discusión al respecto. Muchos la
piensan sólo como algo artístico, nosotros estamos seguros de que
es producto de experiencias colectivas, que pueden ir desde una
competencia de boxeo hasta un evento gastronómico”, ejemplifica
Florencia Minici, parte del colectivo que la hace posible.
Si
se trata de convenciones, usina
significa
“producción relacionada con la generación de energía. Se trata
de cualquier edificación en la que se desarrollan actividades
industriales de grande proporciones”. La Usina no escapa a esta definición. En el galpón de más de 100 metros
cuadrados que consiguieron en Humahuaca 4247, en el barrio de
Almagro, la energía hace estallar los vidrios: talleres, música,
teatro, poesías, recitales y, entre todo eso, personas que le dan
cuerda a este centro cultural, que desde el 2008 fomenta la creación
y difusión de la cultura popular en la ciudad de Buenos Aires.
“El espacio de por
sí está referenciado como un lugar para la poesía, para las
letras”, refuerza Florencia. Lo dice porque la mayoría de las
editoriales independientes de Buenos Aires presentaron algún libro
allí. “Editorial Mancha de Aceite, dedicada a hacer libros a mano,
fue una de las pioneras en las exposiciones y hasta el día de hoy
sigue acompañándonos”, explicó. En general, después de las
presentaciones llega la música y bandas en vivo encienden el lugar.
“Esa trilogía es la pata más importante en lo cultural, la
vinculación con la poesía, la literatura y la política, en el
sentido de que la política está en la lengua popular, en la lengua
de una sociedad”.
El salto a un lugar
más grande les dio impulso para seguir creciendo. Llegó la
habilitación y con ella la posibilidad de hacer eventos con más
invitados y bandas en vivo en modo acústico y amplificado. “La
mudanza fue una de las mejores decisiones que tomamos para seguir
avanzando y, también, para poder sacar el proyecto a la calle y
compartirlo con la comunidad”, recordó Florencia. Su sede
original, en Bulnes y Perón, mutó en este galpón enorme en el que
se codean talleres de historia, pintura, boxeo, escritura y
fotografía, sólo para nombrar algunos.
Reducir la cultura a
una mera expresión artística es reducir el mundo. Aunque grave, no
es el único problema: “en toda esta amalgama de confusión también
se ve a la cultura como una especie de metafísica buena onda y no se
reconoce todo el trabajo que hay detrás. Nosotros tratamos de
discutir esta idea, por eso nos organizamos en el Movimiento de
Espacios Culturales y Artísticos (MECA), junto a otros espacios
culturales de la Ciudad, para encontrar soluciones a las condiciones
en las que se trabaja en el ámbito cultural”.
Como si fuera un
círculo, todo vuelve a cerrar en el significado amplio que desde La
Usina eligen darle al fetiche de la cultura: “queremos acercar la
cultura a la política y el arte a la organización”, explican. Las
propuestas para lograrlo abarcan desde una charla explicativa del
secretario general del Sindicato del Subte, Beto Pianelli, sobre la
situación del transporte en la Ciudad, hasta Mariano Blatt, uno de
los poetas jóvenes más interesantes de éste momento”. Todo ello
con un dedicado y minucioso trabajo en y para el barrio, atendiendo a
sus particularidades e interactuando con la comunidad.
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