lunes, 27 de agosto de 2012

Café desconcert


Con base en la Casona de Humahuaca, el Café Basaglia es una empresa social que propone la inclusión de personas con enfermedades mentales a través del trabajo.

Txt. Etienne Baigorri  | Ph. Ezequiel Sambresqui

“El manicomio no cura, encierra, oprime, despersonaliza, mata”, afirmaba el creador de la “antipsiquiatría”, el psiquiatra y ensayista italiano Franco Basaglia (1924 - 1980). Según esta co-rriente las instituciones cerradas pierden el rol de cuidar a los pacientes de los excesos a los que induce la locura y se convierten en espacios que alienan, y que oprimen a partir de la miseria, la falta de alimentación y la medicación desmedida. El planteo se basa, nada más y nada menos que, en la abolición de estructuras -tan integradas a la sociedad- a cambio del diálogo con el paciente. “Un individuo enfermo no sólo necesita la cura de la enfermedad: necesita una relación humana con quien lo atienda, necesita respuestas reales para su ser, necesita dinero, una familia; necesita todo aquello que también nosotros, los que lo atendemos, necesitamos”, descubrió Basaglia. 

Con esa concepción como germen y con la convicción de que las recetas tradicionales quedaron viejas, en noviembre del 2011, el Café Basaglia, que funciona de 9 a 15 en la Casona Cultural Humahuaca, se animó a subir la persiana, decretándose como el único bar atendido por usuarios del sistema de salud mental. Se trata de un colectivo de promotores sociales, todos ellos vinculados a distintas ramas de la psicología, voluntarios y personas con enfermedades mentales que se mezclan a la hora de atender las mesas y tomar decisiones para derribar los límites prefabricados. “El grupo potencia un montón de fuerzas”, cuenta Giselle Amato, psicóloga social y capacitadora, para resumir la importancia de funcionar todos en igualdad de condiciones, más allá de que los roles y las responsabilidades estén diferenciadas.

La primera etapa del Café fue puertas adentro. Pasaron meses hasta que, gracias a largas capacitaciones internas y eternas, lograron imaginar cómo congeniar dos mundos detrás de la misma barra de bar. “Cuándo nos preguntan cómo nos organizamos me río, todavía estamos intentándolo”, bromea Claudia López Mosqueiro, psicóloga promotora del Basaglia y especialista en psicología social. A meses de su primer aniversario, la imaginación se amplía y se vuelve más ambiciosa, el proyecto se ubica como una empresa social que transgrede los parámetros mal llamados normales. Servir un café puede cambiar la vida de quien lo hace, crea oportunidades, posibilidades y probabilidades para el enfermo fuera de los muros que aprietan en un centro de salud tradicional. Pero lo más importante es que es una manera de tender puentes entre personas que han sido marginadas y depo-sitadas en una institución mental y el mundo al que dejaron de pertenecer.

Los promotores sociales, que ya venían realizando actividades vinculadas a la cultura a través de la salud mental en la Casona, vieron la oportunidad justa en este proyecto para quitarle el peso a la enfermedad a través de la práctica de la libertad. “Todos los muchachos reciben sus tratamientos terapéuticos específicos clásicos por fuera del Café, algunos viven con sus familias, otros viven solos y hay dos que viven en la Residencia Gorriti, creada por el gobierno de la Ciudad. Nosotros en algún momento hemos tomado contacto con ellos y los invitamos a formar parte del colectivo de trabajo”, explica Claudia. Esto quiere decir que el Café Basaglia es una empresa social, no un tratamiento terapéutico, por eso, al atravesar la puerta del bar, todos cazan un delantal y empiezan a hacer girar la rueda. 

“Sentimos que este proyecto viene a crear una instancia que hasta el momento no existía, no es ni la falta de atención ni el asistencialismo todo el tiempo, hay muy pocos espacios intermedios”, aporta Federico Bejarano, psicólogo social y fundador del Basaglia, y continúa: “Este es un lugar donde los muchachos adquieren habilidades y recuperan sus hábitos de trabajo, por medio de la formación permanente para acceder al mundo de los emprendimientos, para animarse a enfrentar desafíos, a tomar iniciativas, que van desde hacer un café o atender una mesa hasta aprender un oficio. Esto que en el sistemas de salud mental muchas veces se va perdiendo”. De esta manera, el Café Basaglia recupera el diálogo con el enfermo y termina con esas instituciones que muchas veces, atándose a las técnicas tradicionales,  dejan por afuera prácticas renovadoras que logren verdaderamente ayudar a los “pacientes”. 


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